sábado, 21 de febrero de 2009

ANTOLOGIA DE LA POESIA NOVOHISPANA

"Un Poeta Novohispano"
(José Emilio Pacheco)




Como se ahogaba en su país y era imposible




decir una palabra sin riesgo




Como su vida misma estaba en manos




de una sospecha una delación un proceso




el poeta




llenó el idioma de una flora salvaje




Proliferaron




estalactitas de Bizancio en sus versos





Acaso fue rebelde acaso comprendió




la ignominia de lo que estaba viviendo




El criollo resentido y cortés al acecho




del momento en que se adueñaría de la patria ocupada




por hombres como sus padres en consecuencia




más ajenos más extranjeros más invasores todavía




Acaso le dolió tener que escribir públicamente tan sólo




panegíricos versos cortesanos




Sus poemas verdaderos en los que está su voz




los sonetos




que alcanzan la maestría del nuevo arte




a la sombra de Góngora es verdad




pero con algo en ellos que no es enteramente español




los sembró noche a noche en la ceniza




Han pasado los siglos y alimentan




una ciega sección de manuscritos

"Crónica Del Forastero" (xxiii)
(Jorge Teillier)

Para qué me preguntas. Todos moriremos.




Eso no me ayuda. No, realmente no.




Gunnard Ekelof




Lo que importa




es estar vivo




y entrar a la casa




en el desolado mediodía de la vida.




El río pasa recogiendo la calle polvorienta.




Los satélites artificiales pueden rodear la tierra,




pero nada saben de ellos los bueyes enyugados a las




carretas.








Es el mismo de otro siglo el gesto del campesino al




descargar un saco de trigo,




el polvillo de la molienda danza en el sol sin memoria,




escuchamos el trote de los ratones entre los sacos dormidos




en la bodega,




y el oculto resplandor de las cosas




tiene un secreto revelado por los aromos.
Escucho el pitazo del tren




cortando en dos al pueblo.




El pueblo donde pedí tres deseos al comer las primeras




cerezas,




donde me regalaron una lámpara humilde que no he vuelto a




hallar,




el pueblo que tenía unos pocos miles de habitantes cuando




nací,




y fue fundado como un Fuerte




para defenderse de los mapuches




(todo eso era nuestro Far West).




El pueblo donde aún humean mantas junto a cocinas a leña




y el invierno es la travesía de un tempestuoso océano.




Si me pidieran recordar




algo más allá de las calles donde di los primeros pasos




no sabría mucho que decir.




Creo que he estado en otros países




he visto día a día en las ciudades vehículos iluminados como




trasatlánticos




llevar rostros fatigados de un matadero a otro.




La vida es un pretexto para escribir dos o tres versos




cantantes y luminosos?, escribió un poeta,




pero tal vez yo no sea de verdad un poeta.




Me amo a mí mismo tanto como a mi prójimo




pero estoy dispuesto a desaparecer junto a todo mi prójimo.




Puedo rezar sin creer en dios,




a las noticias del día




suelo preferir leer memorias de oscuros personajes de otras




épocas




o contemplar los gorriones picoteando maravillas.




De nuevo alguien ve derrochar




los yuyos su oro al viento.




Alguien va a temer cada mañana que el sol no regrese,




alguien tal vez aprenderá a leer en diarios que anuncian




nuevas guerras,




alguien en la noche




va a tomar un carbón encendido para trazar círculos de fuego




que lo protegen de todo mal.




Quedaré solo en un bosque de pinos.




De pronto veré alzarse los muros al canto de los gallos.




Podré pronunciar mi verdadero nombre.




Las puertas del bosque se abrirán,




mi espacio será el mismo que el de las aves inmortales




que entran y salen de él,




y los hermanos desconocidos sabrán que ya pueden




reemplazarme.




Debo enfrentar de nuevo al río.




Busco una moneda.




El río ha cambiado de color.




Veo sin temor




la canoa negra esperando en la orilla.












"Hombre"




(Jorge Debravo)




Soy hombre, he nacido,




tengo piel y esperanza.




Yo exijo, por lo tanto,




que me dejen usarlas.




No soy dios: soy un hombre




(como decir un alga).




Pero exijo calor en mis raíces,




almuerzo en mis entrañas.




No pido eternidades




llenas de estrellas blancas.




Pido ternura, cena,




silencio, pan y casa…




Soy hombre, es decir,




animal con palabras.




Y exijo, por lo tanto,




que me dejen usarlas.








"New México"




(Jesús J. Barquet)





Aquí vislumbro campo, y viviré.




José Martí




He venido a quedarme detenido,




fijo en el aire, que no pasa,




en un espacio donde no me reconozco




sino por negación.





Esas montañas




no serán nunca los Andes, esas arenas




nunca serán el Sahara, ese río




aunque sucio también y mal interpretado




jamás será el Almendares*, ni yo




- este lugar que constituye mi cuerpo -




podrá hacerme ser aquí




el que una vez era.





Algo




que hoy sólo puedo concebir como un viaje




por mares y ciudades e historias




me ha depositado aquí sin yo haberlo esperado,




en un aquí que únicamente me afirma




por negación.





*Río pequeño en La Habana












"Civilización"




(Jaime Torres Bodet)





Un hombre muere en mí siempre que un hombre




muere en cualquier lugar, asesinado




por el miedo y la prisa de otros hombres.




Un hombre como yo; durante meses




en las entrañas de una madre oculto;




nacido, como yo,




entre esperanzas y entre lágrimas,




y ¿como yo? feliz de haber sufrido,




triste de haber gozado,




hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.




Un hombre que anheló ser más que un hombre




y que, de pronto, un día comprendió




el valor que tendría la existencia




si todos cuantos viven




fuesen, en realidad, hombres enhiestos,




capaces de legar sin amargura




lo que todos dejamos




a los próximos hombres:




El amor, las mujeres, los crepúsculos,




la luna, el mar, el sol, las sementeras,




el frío de la piña rebanada




sobre el plato de laca de un otoño,




el alba de unos ojos,




el litoral de una sonrisa




y, en todo lo que viene y lo que pasa,




el ansia de encontrar




la dimensión de una verdad completa.




Un hombre muere en mí siempre que en Asia,




o en la margen de un río




de África o de América,




o en el jardín de una ciudad de Europa,




una bala de hombre mata a un hombre.




Y su muerte deshace




todo lo que pensé haber levantado




en mí sobre sillares permanentes:




La confianza en mis héroes,




mi afición a callar bajo los pinos,




el orgullo que tuve de ser hombre




al oír ¿en Platón? morir a Sócrates,




y hasta el sabor del agua, y hasta el claro




júbilo de saber




que dos y dos son cuatro…




Porque de nuevo todo es puesto en duda,




todo se interroga de nuevo




y deja mil preguntas sin respuesta




en la hora en que el hombre




penetra ¿a mano armada?




en la vida indefensa de otros hombres.




Súbitamente arteras,




las raíces del ser nos estrangulan.




Y nada está seguro de sí mismo




¿ni en la semilla en germén,




ni en la aurora la alondra,




ni en la roca el diamante,




ni en la compacta oscuridad la estrella,




¡cuando hay hombres que amasan




el pan de su victoria




con el polvo sangriento de otros hombres!








"Me He Vuelto Ceremoniosa..."




(Jacqueline Goldberg)




Me he vuelto ceremoniosa




han dejado de interesarme los ruidos




el silencio de los demás.




Prefiero una copa dando vueltas por mi casa




desayunar sin asuntos pendientes




regodearme en eso de ser absolutamente solitaria




absolutamente vieja después de todo.





Aunque no tenga andares suficientes




ni siquiera uñas cuarteadas.








Quizás en otro lado




el ánimo se recupere.





Por lo pronto




no aspiro a más rutina




que mi cama deshecha y vuelta a armar




una cierta efusividad que conduzca a ventanales cerrados




al bocado de sal que me hostiga




a mis dientes suplicando cepillo




al cabo de muchos días




muchos encierros




demasiadas ceremonias.












"Por Los Gregorianos Muertos"




(Ignacio Ramírez)





(Banquete fraternal de la Sociedad Gregoriana, 1872)




Cesen las risas y comience el llanto.




Esta mesa en sepulcro se convierte.




¡Vivos y muertos, escuchad mi canto!





Mientras que vinos espumosos vierte




nuestra antigua amistad, en este día,




y con alegres brindis se divierte;




y en raudales se escapa la armonía;




y la insaciable gula se despierta;




y va de flor en flor la poesía;





y el júbilo de todos se concierta




en una sola exclamación: ¡gocemos!,




y gozamos… La muerte está a la puerta.




Rechazar unas sombras, ¿no las vemos?




¡Ellas nos tienden suplicantes manos!




Ese acento, esos rostros conocemos.




¿No los oís?, ¡se llaman gregorianos!




Permíteles entrar, ¡oh muerte adusta!




He aquí su asiento… Son nuestros hermanos.




Pudo del mundo la sentencia injusta




proscribirlos, mas no de mi memoria:




Conversar con los muertos no me asusta.




Algunos de ellos viven en la historia;




otros, en florecer ocultamente




cifraron su placer, su orgullo y gloria.





Villalba asoma su tranquila frente




y el fraternal abrazo me reclama…




Y yo no puedo declararlo ausente.




¡Ay! en Fonseca ved cómo se inflama




el paternal cariño, no olvidado,




y, por nosotros, lágrimas derrama.




¿Será de nuestro seno arrebatado




Domínguez, que constante nos traía




un fiel amor y un nombre venerado?




¿No guarda nuestro oído todavía




los brindis que en el último banquete




pronuncian Soto, Iglesias y García?




Pero ¿será la Parca quien respete




los votos del dolor? ¡Empeño vano!




¡Turba de espectros, a tus antros vete!





¡Separóse el hermano del hermano!




Para sentaros a la mesa es tarde,




¡para irnos con vosotros es temprano!




Para vosotros, ¡infelices!, no arde




ya un solo leño en el hogar; ni miro




cuál copa vuestros ósculos aguarde.





¡Sólo va tras vosotros un suspiro!




Idos en paz; y quiera la fortuna




no cerrar a la luz vuestro retiro.




Odio el sepulcro, convertido en cuna




de vil insecto o sierpe venenosa




donde jamás se asoman sol ni luna.




Arraigue en vuestros huesos una rosa




donde aspire perfumes el rocío




y reine la pintada mariposa.





Escuchad sin temor el rayo impío;




y sonreíd al contemplar cercano,




vida esparciendo, un caudaloso río.





¡Para irnos con vosotros es temprano!




Aguarde, por lo menos, la Impaciente




que la copa se escape de la mano.





Más que a vosotros ¡ay! rápidamente




¿por qué de la existencia nos desnuda?




A éste despoja la adornada frente;





al otro dobla con su mano ruda;




a unos envuelve en amarillo velo;




y algunos sienten una garra aguda





en las entrañas, y en las venas hielo.




¡Ay! otra vez vendrá la primavera




y hallará en nuestro hogar el llanto, el duelo;




y este festín veremos desde afuera.




Tal vez alguno a despedirse vino.




Turba de espectros, al que parte, espera.





¿Sabéis cuál es el puerto, del camino




que llevamos? La tumba. Ya naufraga




nuestra nave; en astillas cae el pino;





quién en las aguas moribundo vaga;




quién a la débil tabla se confía,




y el que a la jarcia se subió, no apaga





la luz de la esperanza todavía,




y conviertan sus golpes viento y olas,




y el cielo inexorable un rayo envía.





Sube el fuego a bajar las banderolas,




y el ave de rapiña, el triste caso,




y las fieras del mar lo saben solas.





¿Qué es nuestra vida sino tosco vaso




cuyo precio es el precio del deseo




que en él guardan natura y el acaso?




Si derramado por la edad le veo,




sólo en las manos de la sabia tierra




recibirá otra forma y otro empleo.




Cárcel es y no vida la que encierra




privaciones, lamentos y dolores.




Ido el placer, la muerte ¿a quién aterra?





Madre naturaleza, ya no hay flores




por do mi paso vacilante avanza.




Nací sin esperanza ni temores:




Vuelvo a ti sin temores ni esperanza.












"El Pulpo"




(José Emilio Pacheco)





Oscuro dios de las profundidades,




helecho, hongo, jacinto,




entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo,




donde al amanecer, contra la lumbre del sol,




baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe




con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.




Qué belleza nocturna su esplendor si navega




en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,




para él cristalina y dulce.




Pero en la playa que infestó la basura plástica




esa joya carnal del viscoso vértigo




parece un monstruo; y están matando




/ a garrotazos / al indefenso encallado.




Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte




por la segunda asfixia que constituye su herida.




De sus labios no mana sangre: brota la noche




y enluta el mar y desvanece la tierra,




muy lentamente, mientras el pulpo se muere.












"Mosquitos"




(José Emilio Pacheco)





Nacen en las pantanos del insomnio.




Son negrura viscosa que aletea.




Vampiritos inermes,




sublibélulas,caballitos de pica




del demonio.












"Piedra"




(José Emilio Pacheco)





Lo que dice la piedra




sólo la noche puede descifrarlo





Nos mira con su cuerpo todo de ojos




Con su inmovilidad nos desafía




Sabe implacablemente ser permanencia





Ella es el mundo que otros desgarramos












"Presencia"




(José Emilio Pacheco)





¿Qué va a quedar de mí cuando me muera




sino esta llave ilesa de agonía,




estas pocas palabras con que el día,




dejó cenizas de su sombra fiera?





¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera




esa daga final? Acaso mía




será la noche fúnebre y vacía




que vuelva a ser de pronto primavera.





No quedará el trabajo, ni la pena




de creer y de amar. El tiempo abierto,




semejante a los mares y al desierto,





ha de borrar de la confusa arena




todo lo que me salva o encadena.




Más si alguien vive yo estaré despierto.